Futuro por pasado
- por Diego M. Vidal
- 15 dic 2017
- 3 Min. de lectura

La Argentina gobernada por la alianza Cambiemos, con Mauricio Macri al frente, llega al final del segundo año de gestión con la profundización de conflictos sociales generados por una crisis económica cuya raíz son las medidas tomadas a partir del 10 de diciembre del 2015 y entre las que es muy difícil encontrar al menos una que favorezca a los sectores más desposeídos, como en este caso también son los jubilados.
En menos de una semana, aunque podría tomarse el mes completo para incluir la pérdida en el mar de un submarino de la Armada con sus 44 tripulantes, Macri ha sufrido profundas derrotas tanto en el frente interno como el externo. Envalentonado con el triunfo electoral en las legislativas del pasado 22 de octubre, el gobierno intentó imponer su agenda de reformas profundas sin medir consecuencias y confiado en que, operaciones judiciales mediantes, la oposición no tendría capacidad de reacción para frenarlas. Al fracaso en el parlamento el jueves, en el marco de una acción violenta de las fuerzas de seguridad contra los manifestantes, se le suman el de la cumbre de la OMC que terminó sin la aprobación de ningún acuerdo de consenso y a contramano de como pretendía el propio presidente argentino en su discurso de apertura. En este balance negativo hay que agregar el congelamiento de las tratativas con la Unión Europea, para tratar de establecer un acuerdo de libre comercio con el Mercosur como impulsaban Macri en tándem con el mandatario brasileño Michel Temer.
Diciembre se ha convertido en un mes emblemático en esta nación sudamericana. El 19 y 20 se recuerdan 16 años del estallido que acabó, 39 muertos mediante, con De La Rúa y los últimos vestigios del neoliberalismo en el modelo del Consenso de Washington en la región. Este que cierra el 2017 parece una remake de aquel, con normas impulsadas por el Poder Ejecutivo que provocan rechazo popular, incluso en muchos de quienes los volvieron a votar en las últimas elecciones. Es que un cóctel de recortes sobre derechos adquiridos, intentos de avanzar sobre la legislación laboral, rebajas impositivas para empresarios y bienes de consumo suntuario, a la vez que aumentan las tarifas de servicios públicos, la inflación continúa en ascenso, baja el consumo, cierre de comercios y Pymes, la desocupación sube y alcanza los dos dígitos como hace más de una década atrás y la represiva acción contra los reclamos callejeros, vuelven explosivo el fin de año argentino.
“Cambiamos futuro por pasado” fue el inocultable fallido que la gobernadora de Buenos Aires, María Eugenia Vidal, profirió en medio de los festejos del triunfo de Macri en 2015 y nunca se vio de manera tan explícita esa concepción política como en el día de ayer durante la feroz represión con la que se blindó el Congreso de la Nación frente a las masivas protestas (que incluyó golpes sobre diputados opositores) contra la aprobación de la ley que busca reformar el sistema jubilatorio argentino. Es precisamente quien emitió esa frase quien está en el centro de todo este conflicto, porque la poda sobre los recursos previsionales irán para las arcas de la provincia que gobierna y todas las sospechas apuntan serán usadas en sentido proselitista porque es precisamente Vidal el nombre que más resuena en la derecha gobernante para las presidenciales del 2019 y el territorio bonaerense es donde se concentra el mayor padrón de electores del país.
El poder real busca sostener a Cambiemos, o al que sea, gobernando Argentina y le siga garantizando intocables sus negocios, sin riesgos de retornos “populistas” que discutan el reparto de la riqueza y permitir con eso “que Argentina se convierta en potencia” porque “arrastrará tras ella a toda América Latina”, como alertaba Winston Churchill en 1945.
Y la Casa Blanca tampoco lo va a tolerar.
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