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  • Diego M. Vidal, desde Brasil

Bolsonaro a contramano


Foto: REUTERS / KEVIN LAMARQUE

De acuerdo a la última pesquisa divulgada por la consultora Datafloha, el 65% de los brasileños consideran que la agenda pública del presidente Jair Messías Bolsonaro (y sus diatribas habituales) son “extremadamente agresivas”.

A poco más de medio año en el gobierno, la opinión de la sociedad a favor de Bolsonaro sólo alcanza a 33% de los consultados hasta junio pasado y muestra poca variación con los guarismos en cuanto a la evaluación del mandatario en abril.

Generalmente basado en informaciones falsas o fakes que circulan por las redes, el gobernante de ultraderecha suele descalificar a sus opositores y cualquier dato negativo sobre su gestión, con ataques virulentos que muchas veces albergan peligrosas reacciones de sus seguidores.

La última embestida la entabló contra el Jefe de Estado cubano, Miguel Díaz Canel, y acusó a Cuba de haber enviado galenos de la isla al programa “Más Médicos (creado por Dilma Rousseff), que atendía a la población más vulnerable de Brasil, para “formar núcleos guerrilleros”. Una imputación sin base en prueba alguna, que contrasta con la labor que los cubanos realizaron en el país sudamericano y las mejoras alcanzadas en los índices de salud por este plan. Este cruce en Twitter fue respondido por Díaz Canel, quien tildó de mentiroso a Bolsonaro y se lamentó por la “sumisión vergonzosa a Estados Unidos” por parte de su colega brasileño.

Esta incontinencia verbal no es novedosa en Bolsonaro, ya que fue la tónica en sus 28 años de carrera política. La más notoria, quizás, fue su desprecio a una diputada de izquierda a quien le aseguró que “jamás podría violarla porque es muy fea”. Insulto por el cual fue condenado y multado, y cuya sentencia judicial se conoció hace un par de meses atrás.

Sin embargo, la retahíla de expresiones desmesuradas del ocupante del Palacio del Planalto tiene disímiles destinatarios que van desde exaltar la dictadura militar surgida del golpe de Estado de 1964 y que gobernó durante 25 años, hasta atacar ambientalistas, pasando por minimizar la matanza ocurrida en el presidio de Altamira y que dejó un saldo de 62 muertos, muchos de ellos decapitados.

El 27 de julio, durante un evento en Río de Janeiro, Bolsonaro aseveró que la cuestión ambiental sólo le interesa a los “veganos porque comen vegetales” y trató de refutar los datos del Instituto Nacional de Pesquisas Espaciales (Inpe) los cuales señalaban un aumento del 57% en la desforestación del Amazonas, entre mayo y junio de este año. Atribuyó a la cabeza del organismo trabajar para las ONG (otro enemigo reciente del Jefe Estado) y paso siguiente pidió la remoción del titular del Inpe. A su vez, el funcionario dimitido respondió indicando a Bolsonaro como una criatura de 14 años que hace ese tipo de comentarios descalificadores como si se tratara de una broma adolescente que “no cabe hacer a un presidente de la República”.

Además de reaccionar por los riesgos de la Amazonia, cuyos bosques caen bajo las sierras y topadoras de los dueños del agronegocio, Bolsonaro defendió legalizar la explotación minera en tierras de los pueblos originarios y cargó sobre la demarcación de tierras indígenas porque “están inviabilizando nuestros negocios”. Un sentir que objeta el 60% de los ciudadanos que se oponen a reducir las reservas.

En cuanto a la masacre en la prisión del Estado de Pará, ante una consulta periodística Bolsonaro respondió con tono despectivo “pregunta a las víctimas de los que murieron a ver qué creen”. Una indagación que Datafloha ya había consultado, con un saldo de 68% de respuestas negativas al accionar violento de la policía como método para garantizar mayor seguridad.

Cuando el desplante al canciller francés, trocando una audiencia programada con el diplomático galo por una visita a la peluquería, Bolsonaro aprovechó para grabar en video una de sus habituales peroratas hacia opositores y esta vez el blanco fue Felipe Santa Cruz, cabeza de la Organización de Abogados Brasileños (OAB). En una las más graves expresiones de su incontrolable verborragia pro dictadura, Bolsonaro aseguró saber cuál fue el destino de Fernando Santa Cruz, padre del presidente de la OAB, desaparecido por los militares. Con indisimulado sarcasmo, se jactó de saber la “verdad” de lo que ocurrió con Santa Cruz y se despachó con una falaz versión del crimen al achacárselo a los propios compañeros del desaparecido, a pesar de que la Comisión de la Verdad recogió testimonios de oficiales de lo acontecido e incluso hay un comisario procesado por incinerar cuerpos entre ellos el del papá del abogado. El bárbaro mensaje del Twitter presidencial despertó reacciones de repudio en todo Brasil e incluso denuncias judiciales, pero a contramano de lo que piensa Bolsonaro sobre las bondades del gobierno de facto que surgió para salvarlos de “ser otra Cuba”, casi 6 de 10 brasileños se oponen a rendirle honores cada 31 de marzo, efemérides de la asonada que derrocó al presidente João Goulart.

“Apasionado por Trump” se confesó Bolsonaro y ese amor por quien administra la Casa Blanca lo quiere revalidar con el nombramiento de su hijo Eduardo como embajador en Estados Unidos. Cargo para el que debe recibir el beneplácito del Senado, algo que se vería complicado por la oposición de un amplio arco de legisladores e incluso diplomáticos de carrera que cuestionan el débil currículum del candidato, a pesar de que éste dice saber inglés y hasta conocer la nación norteamericana por haber vivido allí y trabajar cocinando hamburguesas en un local de comidas rápidas. Pero como los amores en diplomacia no existen, salvo el coqueteo o un acercamiento por conveniencia, el 66% de la opinión pública brasileña respondió que Brasil no debe priorizar sus relaciones con Washington sino más bien diversificarla con el mundo entero.

Fuente: Mate Amargo

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